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DE CERRO A FINI.

  • edwino54
  • 20 abr 2023
  • 24 Min. de lectura

Actualizado: 25 abr 2023



Tengo la sensación de que mis pinturas siempre han sido mi autobiografía. Una autobiografía reveladora porque mis pinturas no interpretan ni mi desarrollo consciente ni mis experiencias; más bien, 'desenmascaran' a un ser dentro de mí (a menudo con extrañas proyecciones hacia el futuro).

Leonor Fini


«Todos tenemos un doble que vive en las antípodas. Pero encontrarlo es muy difícil porque los dobles tienden siempre a efectuar el movimiento contrario»

Doblaje, Julio Ramon Ribeyro


La Dualidad de Leonor Fini: la Clásica surrealista o la Surrealista Clásica?




1. DE STRESA A CERRO.


Perseguir una obra, perseguir una artista, de la cual hemos visto sus reproducciones, la cual hemos oído nombrar dentro de las historias de otros y otras protagonistas del Surrealismo. Tal vez es el destino. Asomándome a través de la puerta cerrada de la taquilla de la Ermita de Santa Caterina del Sasso Ballaro en el Lago Mayor vi un libro sobre Leonor Fini.



2022, Ermita de Santa Caterina del Sasso Ballaro (Archivo Personal).


Entonces, el ánimo inquieto me hizo buscar qué relación podía tener la Fini con el Lago Maggiore. Encontré una exposición realizada en Bruselas y en Trieste su ciudad natal, pero no encontraba nada sobre ella relacionada con el Lago. Buscando exposiciones en otras ciudades, encontré que en Laveno, al otro lado del lago con respecto a Stresa, donde había residido temporalmente mi hija Isabel, estaba la exposición triestina.

Era un sábado caluroso de mitad de mayo y con Lucrecia decidimos ir primero al mercado de Verbania para después atravesar el lago e ir a Laveno a ver la exposición. Fuimos caminando a la estación de Stresa y tomamos un tren que en ocho minutos nos llevó a Verbania. Nos bajamos y al frente encontramos las imponentes cavas de mármol blanco, pero también nos encontramos con la sorpresa de que el Mercado era lejísimos en Intra una fracción de Verbania. Afortunadamente, encontramos una buena samaritana ecuatoriana que nos ayudó a organizar, tomar un bus y bajarnos a “due passi”, como dicen los italianos, del mercado semanal.

Mercado grande pero en el que se encuentran las mismas cosas de cualquier mercado italiano.

Después de tomar el aperitivo acompañado de deliciosas porciones de piza, salami, y queso, emprendimos el crucero a Laveno.


2022, Laveno (Archivo Personal).


Llegamos hacia mediodía, sintiéndonos en lugar conocido, pero nos encontramos con la sorpresa de que la exposición no era propiamente en Laveno, si no en un pueblito cercano de nombre Cerro.

Sin embargo esta dificultad no pudo detener nuestro propósito de ver obras de la Fini en vivo y en directo. Como nos sentíamos conocedores de la zona (ya habíamos ido una vez caminando a Cerro), decidimos tomar los senderos que habíamos transitado en alguna ocasión y encontrar un camino más corto en medio de los bosques. No fue fácil, ya que Google Maps no es un experto en senderos, pero finalmente, en medio del sol canicular de mediodía, pudimos encontrar la ruta y, después de una hora y cuarto de ascensos y descensos, llegamos a Cerro.


Recorrido Stresa-Intra-Laveno-Cerro.


Ya el tamaño de pueblo, Cerro, nos hacía presagiar que no era una exposición muy grande, pero a pesar de ello lo que vimos nos recompensó por el largo trayecto y, sobre todo, por el calor soportado en la travesía.

En la pequeña exposición encontramos muchas de las facetas de Leonor Fini: sus retratos, los vestidos que diseñó, un autorretrato, la botella de un perfume que diseñó para Elsa Shcciaparelli[1]. Además, estaban unas vajillas grabadas con los diseños de Fini.



1951, Platos de dulce, Diseño Leonor Fini, SIC Laveno.


Y ya aquí encontré una primera interpretación de la relación de la artista con el Lago Maggiore y, en particular, con Laveno

Laveno fue hasta finales del siglo pasado una de las ciudades más importantes en Italia en la producción de cerámica, con varias grandes fábricas. Una de ellas, la Sociedad Cerámica Italiana (SIC), colaboró con Fini realizando varios diseños para sus vajillas. En estos diseños incluyó, como se verá más adelante, muchos de sus temas predilectos: brujas y gatos.

Toda esta larga introducción era para llegar a la multifacética personalidad de Leonor Fini.

Y lo mejor, ahora si, es empezar con una breve biografía que nos permita ubicar aspectos importantes de su vida que tuvieron influencia fundamental en su obra.


2. DESCUBRIENDO A LEONOR FINI: BREVE BIOGRAFÍA.


Leonor Fini nació en Buenos Aires, hija de padre argentino y madre triestina. Cuando tenía dos años, su madre huyó con ella escapando de la violencia del padre, quien las persiguió e incluso intentó secuestrar a Leonor para llevársela a Argentina. Debido a esto, su madre comenzó a travestirla de niño. Este ocultamiento a través de los disfraces sería esencial en la dualidad, tanto en lo personal como en lo erótico, que refleja toda su obra.

Desde muy joven empezó a pintar, pero gracias a su carácter rebelde, se alejó de escuelas y academias y trabajó en los talleres de los pintores triestinos de la época: Nathan[2], Sbisa[3] y Passauro[4].

Gracias a sus dotes de retratista, fue llamada a Milán para pintar a la familia Alberti. En 1929 en Milán realizó una exposición con Sbisa y Nathan

Después, en 1932, viajó a Paris, donde se convirtió en el centro del grupo de pintores italianos que se relacionaron con el gran mundo del surrealismo, cmo Breton, Max Ernst, del que fue amante, con Cocteau y con el mundo de la moda.

Allí conoció al conde italiano Stanislao Lepri,[5] de quien se enamoró, pero, en otra muestra más de su carácter independiente y rebelde, nunca se casó con él. Es más, después de conocer al escritor polaco Konstanty Jeleński,[6] inició un triángulo amoroso que duraría hasta la muerte de Stanislao. Actualmente, los tres están sepultados en un Eterno Abrazo en el Mausoleo del Cementerio de Saint-Dyé-sur-Loire


Tumba di Leonor Fini, Stanislao Lepri y Konstantin Zelensky en Saint-Dyé-sur-Loire.


Durante los años 30 y 40 Leonora expresó en sus pinturas un abierto surrealismo, influida por sus amigos Breton y Ernst, y ael mismo tiempo, reflejó una cercanía a la pintura Metafísica de Giorgio De Chirico. A pesar de esta cercanía programática con otros movimientos, Leonora rechazó vehementemente cualquier tipo de afiliación. Lejos de ella dejarse encasillar, cuando su obra y su pensamiento siempre estaban en pleno movimiento


En esos años parisinos, también diseño múltiples ilustraciones para diversos libros de autores que habían sido importantes en su formación en Trieste: Las flores del mal de Baudelaire, la Tempestad de Shakespeare, cuentos de Poe e incluso Juliette del Marques Sade, para el cual produjo unos diseños verdaderamente erótico-macabros. Esto mostraba su inclinación por las pasiones extremas que escandalizaban a sus contemporáneos.


Y aquí me voy a permitir una pequeña, espero, ¡digresión! Es imposible revisar el periodo entre los años 20 y 40 sin toparse con Man Ray. Ya sea como amante de Lee Miller, como amigo de los intelectuales que se movían en el mundo artístico y literario en Paris, como Breton, Ernst, Leonora Carrington, o en el mundo de la moda con Elsa Schiaparelli. Ray es omnipresente y su figura seguramente me costará otro extenso artículo.

Pero regresemos a la biografía.


En los años finales de la segunda guerra mundial, se movió entre París y Roma, en donde pintó a las más importantes actrices de la época como Alida Valli, Valentina Cortese, Anna Magnani, Charlotte Fontayne. Durante sus estancia en Roma se unió a Federico Fellini, al único que le perdonaba que no amara los gatos. Para Fellini, realizó el vestuario de 8 y 1/2. También se relacionó y entabló amistad con Alberto Moravia, Elsa Morante y Luchino Visconti.


1948, Retrato Alida Valli.


Leonor Fini siguió activa hasta su muerte en 1996, exponiendo en varias ciudades, entre ellas su natal Trieste, y creando escenografías para obras de Genet y de Faulkner. Escribió las novelas Las maravillas de la naturaleza y, Murmullos, y una autobiografía: El libro de Leonor Fini. Adquirió una Villa en Córcega, donde pasó los veranos de los últimos años y donde celebraba cada 30 de agosto una fiesta de disfraces. Falleció en Paris el 19 de enero de 1996.

Estos breves apartes de su vida son importantes para entender aspectos alrededor de los cuales giró su vida: el travestismo, la dualidad, las máscaras, los disfraces, su independencia, su negación a cualquier tipo de encasillamiento, su apertura mental y su libertad en cuanto a las relaciones con amigos y amantes.


3. FORMACION: AUTO APRENDIZAJE DESDE FRANCESCO COSSA AL SURREALISMO


Definir su pintura es imposible: metafísica, onírica, surrealista, figurativa, realismo mágico, abstracta, realismo fantástico, realismo irreal, ilusionismo. Tal vez la frase que puede sintetizar mejor la interpretación del mundo que hacía Leonor Fini la dijo Jean Cocteau: “todo lo antinatural lo volvía natural”.

Es imposible abarcar todas las dimensiones de su obra en un escrito que pretende ser breve. Todos sus ángulos de visión, sus perspectivas, su modo distinto de enfocar el mundo obligarían a una monografía casi interminable

Pero para conocerla, hay que volver a recorrer su vida a través de sus obras, de los retratos y pinturas que de ella hicieron numerosos artistas, lo que nos permitirá saber cuáles fueron sus influencias y sus nexos.

Desde muy joven Leonor se había entrenado para ver, para observar la realidad y pintarla. Con su madre visitaba museos y los libros de arte que veía en la biblioteca de su tío le dieron una formación clásica casi académica, a pesar de que nunca estudió formalmente en ninguna Escuela de Arte.

Esta primera inclinación clásica se llenó poco a poco de una visión renacentista. Conoció de primera mano los murales de Bernardino Luini y estudió las obras de Piero della Francesca, Signorelli, Uccello y Bronzino. De esas primeras influencias vale la pena resaltar las figuras femeninas alargadas y los rostros que pintaba Pontormo,[7] los cuales después se podrán reconocer en las estilizadas mujeres de Leonor.



1528, Pontormo, Encuentro de María e Isabel.


Y, más aún en la obra de Leonor Fini, encontraremos la influencia de un pintor manierista italiano poco conocido, Arcimboldo[8], que impresiona por sus imágenes alegóricas, llenas de fantasía y, sin lugar a dudas, surrealistas.


1566, Arcimboldo, El fuego.


A través de su amigo el pintor Achille Funi, pintor nacido en Ferrara, conoció la Escuela forjada en dicha ciudad durante el gobierno de la familia d'Este y, sobre todo, quedó impactada por la obra de Francesco del Cossa[9]. En el Palacio de Schifanoia, descubre la relación entre los paisajes fantásticos, la astrología, las deidades griegas y los animales mitológicos, tal y como podemos verlo en el mural correspondiente al mes de marzo que pintó Del Cossa.


1476. Francesco del Cossa, Triunfo de Apolo, mes de mayo, Palacio Schifanoia, Ferrara.


Las influencias anteriores a su primer viaje a Paris en 1931, nos muestran claramente que Leonor había madurado su arte onírico, cosmológico, mitológico y fantasioso mucho antes de encontrarse con Ernst y los demás pintores del movimiento Surrealista. En parte por eso, ella no se reconoce como parte del Movimiento y reivindica su independencia y la autonomía de su pintura. No fue ella la que buscó a los surrealistas: fueron ellos los que se acercaron a su particular personalidad.

Muchos de esos elementos oníricos, como los unicornios, los representaría Leonor Fini en muchas de sus obras.

Leonor Fini, a diferencia de la mayoría de sus contemporáneos, prefirió más que las academias un aprendizaje autónomo que la llevó con frecuencia a visitar las morgues de Trieste, donde aprendió la anatomía pintando durante horas los cuerpos de los cadáveres y los esqueletos que allí permanecían. Este fue un tema recurrente en distintos momentos de su obra, como se puede apreciar en el Fantasmagórico Ángel de la Anatomía o en la más clásica y sutil Lección de Anatomía.


1949, El angel de la Anatomía.

1966, Lección de Anatomía.

4. LA PERSONALIDAD DOBLE


Consecuencia del travestimiento en su adolescencia, son también los numerosos cuadros que exploran el tema de la duplicidad, el desdoblamiento y la búsqueda de su otro yo ambiguo. Es licito pensar que esta dualidad en la visión del mundo y de sí misma fueran consecuencias de sus miedos y pesadillas infantiles que la obligaron a refugiarse en un mundo interior que empezó a pintar desde los 10 años hasta configurar lo que hoy se podría considerar como una personalidad múltiple que vivía y observaba el mundo desde cada uno de los personajes que ella encarnaba en cada ocasión. Esa infancia azarosa y los traumas vividos a raíz de la persecución de su padre la llevaron a una bipolaridad que acentuó su visión dual, surrealista de la realidad.

Ya en un dibujo titulado “Doble autorretrato” del 1927 (a los 20 o 18 años porque también ocultó su verdadero año de nacimiento), se dibuja con dos edades distintas. En primer plano, la vemos con más años, ojerosa y sombría; y detrás, su perfil más joven tiene una mirada limpia y transparente que fija en el espectador sin ningún rasgo de miedo o desconfianza.


1927, Doble autorretrato.


Esta necesidad de verse doble, de reflejarse, está muy vinculada a otro aspecto de Leonor: su teatralidad, el disfrazarse, el enmascararse. Es una búsqueda continua, permanente de sí misma, y el reconocimiento de que somos siempre la misma persona que representa roles diferentes.

En el primer retrato de Leonora que se conoce, realizado por Edmundo Passauro de Leonora, se observa ese aspecto fundamental de la iconografía de Leonora: las máscaras. Casi que parece un autorretrato. Es evidente que su personalidad y su teatralidad eran fácilmente reconocibles y visibles para sus amigos y maestros.


1925, Retrato de Leonor Fini por Edmondo Passauro.


Los retratos dobles, en algunos casos, eran figuras desdobladas que se complementaban, dando la ambigua sensación de autocomplacencia. Otras veces, se duplicaban reflejándose, perdiendo materialidad, o, incluso, contraponiéndose sin dejera de estar intimamente atadas a su destino.


1942, La Doble.


1955, La Doble.

1985, Queriendo o No-queriendo.


Esta interiorización de sus distintas personalidades tiene como conclusión la Metamorfosis de la mujer, que pintó en el año 1987:


1987, Metamorfosis de mujer.


Aquí vemos como dos de las temáticas que apasionaban a la pintora, los esqueletos y las figuras duplicadas, se mezclan con su gusto por la moda, para crear una macabra sinfonía de transformaciones.

Análogamente a Frida Kahlo, Leonor Fini estaba partida, no en el modo dramático y físico como lo estuvo Frida a partir de su accidente, si no de un modo emocional, escindida por la relación con su padre. Incluso la misma palabra ”padre” en su infancia le era desconocida, por lo que su personalidad se disoció y se refugió en el travestimiento, en el disfraz y en la ambigüedad.


5. AMANTES Y SEXUALIDAD EN LEONOR FINI


En el aspecto más íntimo de su personalidad se reflejaron varios de los elementos ya indicados: la necesidad de disfrazarse en su niñez para escapar de su padre, la dualidad, la ambigüedad, las máscaras. La historia afectiva y sexual de Leonor Fini se llenó de personajes y leyendas. Tuvo relaciones estrechas con Achille Funi, su maestro y amigo, con Lorenzo Ercole Lanza, posiblemente con Filippo de Piscis, con Sforzino Sforza, con André Pierre de Mandiargues, fugazmente con Max Ernst, y finalmente, con Stanislao Lepri y Constantine Jeleński.

Y este recuento de amantes no es importante por el número, sino por la independencia con que vivió las relaciones, lo que le permitió mantener la amistad con muchos de ellos, llegando a conformar una experiencia que hoy llamaríamos, más que un “menage a trois”, una relación poliamorosa, con sus dos grandes compañeros de vida, Lepri y Jeleński.


1955, Con Kot y Sergio.


Las amistades particulares también se ampliaron a su círculo de amigos homosexuales, por los cuales sentía una extraña y ambigua predilección. Su dualidad sexual, aunque no haya evidencia de relaciones de carácter sáfico en su biografía, sí se encuentra en sus cuadros, en los que a menudo se repiten escenas eróticas entre mujeres. Esto nos permite intuir que esa identidad homosexual se evidenciaba más en sus relaciones con amantes hombres homosexuales, sobre los cuales podía ejercer su carácter dominante y autoritario.


1974, El largo camino.


Posiblemente el travestimiento en su niñez y su carácter fuerte desencadenaron la metamorfosis sexual, que le permitió cruzar las fronteras de su género y lo volvió parte de su identidad y de sus vivencias. Leonor fue una de las pocas de su época que se atrevió a pintar hombres desnudos, en retratos, en los que, la mujer cumplía un papel dominante. Fue una precursora de todos los movimientos LGBTQ+ en todas sus combinaciones posibles. Su capacidad de amar y crear lazos emocionales que permanecieron firmes a lo largo de su vida la convierten en un ejemplo de relacionamiento a través de la confianza y la transparencia en las relaciones.

Pero Leonor Fini fue mucho más allá y cuestionó, con sus pinturas, el rol del macho latino, misógino y homófobo, que Breton[10] quería imponer como comportamiento y filosofía de vida en el movimiento surrealista.

Tres cuadros son emblemáticos para mostrar como Leonor Fini entendía el juego de roles entre mujeres y hombres.

El primer cuadro tiene como protagonista a Niko Papatakis, con quien tuvo una extraña relación que compartió con Genet, reconocido homosexual. Papatakis era un exiliado griego que llegó huyendo de Mussolini a París, vivía entre cabarés y pequeños papeles como extra en las películas de sus amigos. En las biografías oficiales de Papatakis, poco se menciona su periodo parisino y mucho menos su relación con Leonor Fini. Por azares del destino se volvió un gran productor de películas y estuvo casado con Anouk Aimé, actriz relegada al olvido pero que fue importante para mi generación por sus actuaciones en La "Dolce Vita" de Federico Fellini, y sobre todo, en "Un hombre y una mujer" de Claude Lelouch.

Pero volvamos al primer cuadro: “La Alcoba” de 1942.


1941, La Alcoba, Autorretrato con Niko Papatakis.


En “La Alcoba”, el hombre efébico y asexuado yace pasivo y distante ante la mirada atenta y satisfecha de la propia Leonor Fini. La posición predominante de la figura de la mujer de pie ya nos hace pensar en un intercambio de roles, en la que que la figura masculina en reposo adquiriere connotaciones andróginas. Según Leonor el hombre vivía en una lucha permanentes contra su virilidad socialmente impuesta: “Los hombres son menos masculinos en el fondo de lo que creen, o de lo que pretenden creer. Un atavismo muy antiguo les hace enfatizar algunos rasgos a expensas de otros más profundos"[11].

El aspecto pictórico de este cuadro impresiona por su reminiscencia de antiguas pinturas. Para algunos historiadores, esta obra tiene su origen en un homenaje que Fini quería hacer a la “Danae” de Tiziano, donde ella, en su permanente juego de roles, intercambia el género de Danae al remplazarla por su amigo y, tal vez, amante, Niko Papatakis.



1555, Danae recibiendo la lluvia de oro, Tiziano.


Pero en mi humilde opinión, “La Alcoba” tiene una semejanza mayor con la “Olimpia” de Manet (inspirada en la “Venus de Urbino” también de Tiziano), por las pieles cobrizas de la obra de Fini que recuerdan a la doncella negra que entra a ofrecerle un ramo de flores a Olimpia. Otra figura que indicaría que Leonor quería hacer homenaje a Manet es la presencia ambigua de un gato negro que mira fijamente expectante al espectador.



1863, Olimpia, Edouard Manet.


El segundo cuadro es “Mujer sentada sobre un hombre desnudo”.


De nuevo aparecen Niko Papatakis y Leonor Fini la cual se apoya en la cadera de este en, un paisaje exterior desértico que contrasta con los ropajes de la mujer: su camisa roja fuego y la amplia falda amarilla que cubre el cuerpo desnudo del “bello durmiente”. En su libro autobiográfico Todas las desesperanzas están permitidas, Papatakis reconoce que se sintió avergonzado por posar desnudo para Leonor, a pesar de que la mirada de la pintora, más que erótica era crítica de los roles y la división hermética de los sexos.


1942, Mujer sentada sobre un hombre.


El tercero, pintado en 1946, es “Deidad Chthonia vigilando el sueño de un joven”. A pesar de las semejanzas, ya no se trata de Nico Papatakis, si no de Sforzino Sforza otro de sus amantes. En este cuadro aparece otra de las figuras emblemáticas y obsesivamente presentes de la obra de Leonor: la esfinge.


1946, Deidad Chthonian vigilando el sueño de un joven.


La esfinge fue un personaje siempre presente en la historia de Leonor. Como ya sabemos, todas las experiencias de la infancia, mezcladas con sus lecturas y potenciadas por su imaginación, fueron fuente inagotable para su extensa obra.


Cerca de Trieste está localizado el Castillo de Miramar, residencia del príncipe Ferdinando Maximiliano de Austria, quien después fue emperador de México. En una de las tantas misiones depredadoras colonialistas del siglo XIX, Maximiliano había sustraído más de dos mil piezas arqueológicas de Egipto. Una de ellas era la esfinge de Miramar que estaba instalada a la entrada del puerto de la mansión. Fue donde la conoció Leonor, quedando impactada por su presencia vigilante y admonitoria. El impacto de la figura intrigante fue reforzado por sus lecturas de la interpretación freudiana de la historia de Edipo, en la cual la esfinge fue parte clave y seguramente, cómplice al advertirle a Edipo, que en su futuro estaba marcado el convertirse en el asesino de su padre y relacionarse incestuosamente con su madre, llegando a ser, por esta senda tormentosa, Rey de Tebas.


Esfinge y Castillo de Miramar


Esta presencia de la esfinge y su significado psicoanalítico produjo un interés permanente en Leonor, quien estudió toda su vida los distintos roles que esa figura cumplía en la cultura egipcia. En uno de sus viajes con Jeleński, pudo apreciar de primera mano las grandes representaciones de la esfinge en Egipto.



1951, Leonor Fini en Egipto, Adrien de Menasce.


La presencia de la esfinge es constante en la obra de Leonor, ya que en cierta medida, se identificaba con ella. Como siempre, la ambigüedad y la cultura que Leonor Fini había acumulado de sus tiempos en Trieste, en donde había tenido contacto con la cultura italiana, alemana, y francesa, hacen difícil determinar si en la interiorización que hizo de la esfinge se identificaba más con el mito egipcio o con el griego.

Para los egipcios la esfinge era una figura protectora, custodiaba las tumbas de los faraones y tenía el significado de “imagen viviente”. Tenía cuerpo de león, pero la cabeza podía ser de otro animal, femenina o masculina y llegó a representar la cabeza de los faraones muertos. Esta esfinge protectora se contradecía con la griega, la cual, desde el significado de la palabra, se identificaba con el concepto de apretar o estrangular. Era un demonio de destrucción y de mala suerte. No en vano la esfinge que encontró Edipo mataba (estrangulaba) a los jóvenes que querían entrar a la ciudad de Tebas y que no podían contestar su enigma.

Leonora había estudiado desde su juventud las teorías edípicas de Freud y conocía también los textos de Michelet sobre la hechicería (la sorciere). Por eso pintaba recurrentemente a la esfinge: “un dios asexuado que no podrá nunca más reinar solamente en nombre de una autoridad masculina y falocrática”.

En una obra anterior a la “Deidad Vigilando el sueño de un joven”, Fini había pintado la “Pequeña Esfinge Guardiana”:


1943-1944, Pequeña esfinge guardiana.


Esta representación de la esfinge sobre un pedestal no deja dudas sobre su género. Es una mujer guardiana, protectora, cuidadora, como la que vemos en el cuadro de la “Deidad Chthonian vigilando el sueño de un joven”. Pero también es una deidad que plantea un enigma, ya que los huevos rotos, el atanor y el azufre que la acompañan hacen parte de la eterna búsqueda, nunca resuelta, de la Piedra Filosofal.

Estas esfinges son también la Mujer Triunfante, la Mujer Fatal que destruye a los hombres, los mata, como la Esfinge Edípica. Es también la mujer que se venga del maltrato de los hombres, que ejerce su poder sexual como venganza, neutralizándolos, quitándoles su virilidad, feminizándolos, y de ese modo, reuniendo en sí misma, la naturaleza animal, femenina y masculina. Como dijo Rodríguez Monegal: "Como hombre, no puedo evitar sentir, mirando algunas de sus pinturas, que hay una especie de venganza femenina en ellas".


Cuando Leonor llego a Paris fue recibida y respetada inmediatamente por los pintores surrealistas, por Picasso y los demás pintores que hacían furor en ese momento. Leonor no aprendió de los surrealistas el modo de representar la realidad de manera onírica, ella ya lo tenía incorporado en su mente, y por eso siempre rechazó ser etiquetada como surrealista. ¡Ella hubiera preferido que los surrealistas se identificaron como finianos!

Dentro de su poliédrica obra, como ya se había mencionado, Leonor empezó a trabajar creando diseños para nuevas publicaciones ilustradas de sus autores favoritos: Poe, Baudelaire, Shakespeare. En Paris conoció también a escritores como Bataille[12], Genet y Cocteau, y entró en contacto con la libertad espiritual y sexual de los franceses, emblemáticamente representada por la obra del Marqués de Sade. Ante la propuesta de ilustrar en 1946 uno de los libros del Marqués, Leonor no escogió a la “pasiva” Justine, si no a la “activa” Juliette que representaba los aspectos más oscuros de la sexualidad y que eran más acordes a su personalidad.


Con la carga sexual implícita en gran parte de su obra, no es de extrañar que decidiera enfrentar ese reto. En las obras de Leonor, había aspectos de dominación claramente expresados, que la condujeron a representar escenas extremas de dominación y, por qué no, de sadismo.


Para no escandalizar excesivamente, incluyo a continuación dos de las imágenes más suaves y sutilmente macabras de las realizadas por Leonor para Juliette. En los trazos rápidos de su lápiz, podemos reconocer muchos de los elementos fantásticos de su obra: figuras aladas que recuerdan la esfinge, mujeres de estirpe boticelliana, cráneos y esqueletos con pies equinos, cabelleras como colas de pavo real. Puede ser Sade, pero la iconología es netamente finiana.



1946, Dibujos para Juliette de Sade


Debido a los elementos anteriormente expuestos sobre la libertad individual y sexual presentes en la obra de Leonor Fini, no es sorprendente que una de las últimas exposiciones de Leonor en los Estados Unidos se haya realizado en el 2019 en el Museo del Sexo en New York, a cargo de la fotógrafa Lissa Rivera.

6. MITOLOGÍA, ESFINGES Y GATOS


Leonor Fini viviá en Paris cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Por un tiempo, se refugió en Saint-Martin-d'Ardèche en la casa de Max Ernst y Leonora Carrington, quienes en ese momento vivían un apasionado romance. Después, vivió unos meses con André Pieyre de Mandiargues en Arcachon, donde Salvador Dalí y su mujer Gala tenían su refugio. Posteriormente, se instaló en Montecarlo en 1940, donde conoció a Stanislao Lepri, cónsul de Italia en el Principado. Luego de que Mussolini lo llamara a Roma, se trasladaron a Italia, donde Leonor volvió a respirar el aire de su patria mediterránea.

La obra de Leonor experimenta una transformación en la que los elementos biológicos, las plantas y los minerales conforman la escenografía de sus pinturas-refugio. Una de ellas es el autorretrato que hace con su nuevo amante y compañero, el conde Lepri quien después de haberla conocido, abandonará su carrera de diplomático para dedicarse a la pintura.


1942-1943, Autorretrato con Stanislao Lepri.


Es una obra de impronta manierista, en la que se refleja nuevamente la influencia de Arcimboldo. Con una estructura similar, pero en un paisaje más desértico, pintó también la “Pequeña muchacha de la isla del Giglio”, lugar en el que estuvo un breve periodo con Lepri.


1943, La pequeña muchacha de Giglio.


Toda esta nueva iconografía explota y tiene su punto culminante en “El fin del mundo#. Leonor Fini después de atravesar el periodo de la guerra con el rastro de cadáveres que dejo por toda Europa, se plantea el tema de la muerte, la destrucción y el final avizorado de una humanidad en crisis de sobrevivencia. Para eso se pinta a sí misma nuevamente en medio a un pantano, reflejando su rostro entre calaveras flotantes y con una luz espectral en el horizonte que, más que un crepúsculo, parece ser el reflejo de explosiones que anuncian el fin del mundo.



1949, El fin del mundo.


Pero, ¿era el fin del mundo o era un nuevo renacer? La pintura de Leonor Fini así como había llegado a hundirse en paisajes desérticos o en lúgubres y oscuros pantanos, conservó la capacidad de iluminar en sus retratos las personalidades más exuberantes y poderosas de su época.

El retrato de María Félix[13], considerada una de las mujeres más bellas en ese momento, impresiona por la poderosa imagen y la impactante personalidad que Leonor capta en el retrato de la diva, no en vano llamado la Reina del Fuego. Nuevamente, Leonor se lanza a valorizar el rol de la mujer independiente y libre, dueña de su propio destino. Leonor Fini no abandona en este retrato el uso de símbolos: los múltiples brazaletes en los brazos y pierna de la famosa actriz, representan el poder transformador, la capacidad de regeneración y la astucia de la serpiente. Esto se integra con el mensaje de autonomía y seguridad del rostro de la actriz.


1954, Retrato de Maria Felix o la Reina de Fuego.


7. TEATRALIDAD, MODA Y FOTOGRAFÍA


Una faceta menos conocida de Leonor Fini fue su relación con el teatro, la escenografía, los vestuarios para óperas o películas y la moda, que la hizo objeto de críticas por la presunta banalidad de su obra.


Leonor había conocido en París a Elsa Schiaparelli, diseñadora de moda, quien le suministraba vestidos a Leonor, la cual, a su vez, le servía de agente de publicidad, modelando sus vestidos. Una de las clientas de Schiaparelli era Mae West, actriz americana. Esta le encargó un vestido para la producción de la película Every Day's a Holiday, pero como le tenía miedo a viajar, le envió a la diseñadora un busto en yeso que reproducía sus abundantes formas para que le sirviera de maniquí para las pruebas que debía realizar de las prendas. Leonor conoció ese busto y, con base en él, diseñó la botella para el perfume Schocking que Elsa estaba lanzando al mercado con su propia marca.


1937, Vestido Elsa Schiaparelli, Botella Shocking por Leonor Fini y Mae West.


Leonor Fini como ya se ha dicho realizó, escenografías y vestuarios para obras de teatro, como “A la Salida” de Luigi Pirandello, “Carmen” de Prospero Merimer, “La viuda astuta” de Carlo Goldoni; para ballets como “La dama de las camelias”, el “Espectro de la rosa” en Venecia y para operas en Francia e Italia como las colaboraciones que hizo con el Teatro della Scala de Milán: “El crédulo de Cimarosa” y “El rapto en el serrallo” de Mozart.


Escenografía Il Credulo, Domenico Cimarosa.


Vestuario Il Credulo, Domenico Cimarosa.


8. LEONOR FINI VISTA POR LOS OTROS.


Leonor Fini no solo vivía su vida, si no que también representaba su vida. No en vano muchos fotógrafos la fotografiaron. Para Leonor, la vida era teatro, era actuación, era representarse a sí misma como un personaje excéntrico, audaz y libre de tabúes. Las vivencias de su infancia reaparecían y su necesidad y capacidad de disfrazarse, de enmascararse, se hacían patentes en las escenas que representaba en cada una de las fotos.

La máscara se hace presente en una foto muy temprana que le tomó Man Ray:



1926, Negro y blanco, Man Ray.


O en esta otra, de autoría desconocida, en la que Leonor luce una máscara que parece extraída de su imaginación o de alguna tragedia griega:


1934 Leonor Fini, foto anonima.


Los fotógrafos más importantes de la época la retrataron: Man Ray, Henri Cartier-Bresson, Lee Miller, Dora Maar, Georges Platt Lynes, Charles Henri Ford, Arturo-Ghergo, André Ostier, Eddy Brofferion, Adrien de Menasce, Veno Pilon.


Dora Maar ya era una consagrada fotógrafa cuando conoció a Picasso, con el cual tuvo una relación tormentosa y atormentada. Dora se relacionó con los surrealistas y en ese ambiente conoció a Fini, a quien fotografió, dando testimonio de su capacidad histriónica, como se ve en estas fotos:


1936, Leonor Fini en París, Dora Maar.


Otra fotógrafa que conoció a Leonor Fini fue Lee Miller. Lee, primero fue modelo y, posteriormente, conoció a Man Ray con el cual estableció una fecunda relación a partir de la cual aprendió los secretos del oficio de la fotografía y experimentó distintas técnicas de revelado. En los años sucesivos, se convirtió en fotógrafa de guerra. Lee Miller fotografió a Leonor en Saint-Martin-d'Ardèche, la casa de Max Ernst, en donde como ya se mencionó, se refugiaron muchos de los y las integrantes del grupo de intelectuales que vivían en Paris.


1939, Leonor Fini en Saint-Martin-d'Ardèche, Lee Miller.


Otra de las refugiadas en Saint-Martin era Leonora Carrington, a la cual vemos en una foto de época posterior, en Paris. Estas dos grandes artistas surrealistas, cada una a su manera, se identificaban en su capacidad de transformar la realidad, siempre disfrazadas, siempre actuando, siempre creando seres mitológicos en relación simbiótica con plantas y seres desconocidos.



1952, Leonor Fini y Leonora Carrington en Paris. Foto anónima.


Leonor Fini resumió su necesidad y capacidad de disfrazarse de este modo:

Vestirse, travestirse es un acto de creatividad. Y eso se aplica a ti mismo convirtiéndote en otros personajes o en tu propio personaje. Se trata de inventarse, de ser cambiado, de ser aparentemente tan cambiante y múltiple como uno pueda sentir dentro de sí mismo. Es una - o varias - autorrepresentaciones, es la exteriorización en exceso de las fantasías que uno lleva dentro de sí, es una expresión creativa en estado bruto.


PARA LOS QUE LLEGARON HASTA AQUÍ:


Leonor murió en 1997 rodeada de sus gatos, iba a cumplir 89 años. Pintó hasta los últimos días de su vida los temas que más le apasionaban. Para finalizar este viaje por los sueños y las fantasías, comparto tres de esos temas, para disfrutar del colorido y la belleza que siguió produciendo en los últimos años.


1964, Heliodora.



1975, Esfinge III.



1980, Domingo por la tarde.


Leonor Fini fue una mujer y una artista particularmente compleja y poliédrica, capaz de producir obras en una enorme variedad de formatos y técnicas. Se relacionó con hombres y mujeres, con pintores, fotógrafos y escritores de un modo novedoso, más colaborativo que competitivo, pero conservando siempre su total independencia tanto en la vida como en el arte.

Leonor fue uno uno de esos casos en que los traumas de la niñez se vieron contrastados con un ambiente propicio para transformar pesadillas en sueños. A pesar de los temas a veces oscuros, Leonor desarrolló una capacidad de manejo del color y la composición de las imágenes que le permitió crear su propio mundo fantástico.

Para ella no había mucha diferencia entre su vida y su obra: estaban íntimamente ligadas. Estas últimas imágenes, una fotografía de ella en 1933 y una pintura de 1979 nos muestran que sus vivencias siempre estuvieron presentes en su obra.


Porque Leonor Fini pintaba lo que vivía y vivía lo que pintaba.


1976, La Maga 1933 Leonor Fini por Cartier-Bresson


FIN


Espero haber dado una idea del alcance de la vida y obra de Leonor Fini. Como sucede con tantos artistas que, son olvidados y menospreciados en su propia tierra, a ella le sucedió, en este caso, en Italia. La crítica la ha dejado de lado tal vez por el modo en que trascurrió su vida transgresiva y la plena libertad sexual con la que vivió, libre de las ataduras del machismo italiano.


Leonor Fini ha vivido durante décadas el ostracismo de la crítica italiana, a pesar de que su obra está presente en muchos museos alrededor del mundo y de que su vida y obra son estudiadas y extensamente documentadas en libros, textos y fotografías.


Su obra es más conocida en Estados Unidos y, sobre todo en Francia, en donde el racionalismo francés ha permitido que su obra no produzca escándalo, a diferencia de Italia, en donde sus obras, sus desnudos femeninos deseados y deseantes, y los masculinos, más efébicos y bisexuales, son rechazados, no por estar desnudos, sino por ser desnudos vistos a través de los ojos de una mujer libre y autónoma.


Edwin Ortega Del Chiaro



NOTAS

[1] Elsa Schiaparelli, Roma 1980 - Paris 1973, diseñadora de moda. Muy cercana a los surrealistas y al grupo de artistas italianos que se habían traslado a Paris en la década de 1930.

[2] Arturo Nathan, Trieste 1891 -Biberbach an der Rib 1944. Cercano a la corriente metafísica de Giorgio de Chirico. Sufrió persecución por sus orígenes hebreos y murió en un campo de concentración. [3] Carlo Sbisa, Trieste 1899-1964.Estudió y vivió en Florencia por diversos años, entrando en contacto con los pintores del Novecento italiano. Fue influido por Felice Carena director de la Academia florentina. [4] Edmondo Passauro, Trieste 1893-1969. Estudió en Múnich y en Paris. Dirigió una escuela de pintura en Trieste hasta 1930. [5] Stanislao Lepri, Italia 1905-1980. Diplomático y pintor italiano surrealista influenciado por la obra de Leonor Fini. [6] Konstanty Jelensky. Polonia 1922-1987. Ensayista, crítico literario y de arte. Escribió varios textos sobre Leonor Fini. [7] Giacomo Carucci, más conocido como Pontormo, Empoli 1494- Florencia 1557- [8] Giuseppe Arcimboldo, Italia 1527-1593. Conocido por sus retratos compuestos, que consisten en una técnica en la que utilizaba objetos como frutas, verduras, flores, animales y otros elementos para crear retratos humanos. Aunque Arcimboldo nació durante el Renacimiento, su estilo único y peculiar lo distingue de otros artistas de la época. [9] Francesco del Cossa, Italia1436-1477. Es el pintor mas importante de la escuela de Ferrara. Su estilo recuerda las obras de Mantegna y Piero della Francesca.

[10] André Breton, Francia 1896-1966. escritor, poeta y teórico francés, conocido principalmente como el fundador del movimiento surrealismo. [11] Rodríguez Monegal Emir, 1968. Uruguay 1921-195. destacado crítico literario, escritor y profesor uruguayo. Desempeñó un papel importante en la promoción de la literatura latinoamericana en el ámbito internacional.

[12] George Bataille, Francia 1897-1962. scritor, filósofo y crítico literario francés cuya obra abarca diversos géneros como la novela, la poesía, el ensayo y la crítica de arte.

[13] María de los Ángeles Félix Güereña. México 1914-2002. Actriz icónica del cine mexicano de los años 40 y 50 del siglo XX por su belleza y talento. Fue amiga de los surrealistas y pintada por muchos de ellos. Fue un “símbolo” sexual y muchas de sus películas giraron alrededor de la mujer seductora.







REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS


Godard Jocelyne. Leonor Fini, La realtà Possibile. Selene Edizioni, Milano, 1998.

Jeleński Konstanty. Prologo al libro Leonor Fini, The Olympia Press, London New York, 1968

Masau Dan Maria y Stukelj Vanja. Leonor Fini. Giunti. Firenze, 2010.

Natalini Fabrizio, Leonor Fini e la torre del Surreale. Rivista Sinestesie, Avellino, 2015.

Mahon, Alyce. La Feminité triomphante: Surrealism, Leonor Fini, and the Sphinx, Universidad de Iowa, 2013.

Overstreet Richard. Leonor Fini, Weinstein Gallery, San Francisco.

Rodríguez Monegal Emir. El arte de narrar. Dialogos. Editorial Monte Avila Editores, Caracas-Venezuela,1968.

Vacca Valentina. L’arte del tra(s)vestire in Leonor fini. Un percorso nella costumistica scenica tra Roma e Parigi. Paris, 2015

Warburg Aby. Arte e astrologia nel Palazzo Schifonia di Ferrara. Abscondita, Milano, 2006.






 
 
 

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